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¿Sabes si tienes VIH?

Una de cada 4 personas siente miedo de hacerse la prueba.

Miércoles, Junio 19, 2019 – 13:01

Una detección temprana reducirá el peligro y evitará complicaciones”.

Según un estudio del Instituto Nacional de Salud  “la incidencia de VIH/Sida en Colombia ha presentado un aumento progresivo a través del tiempo, en donde para el año 2008 fue de 13,7 casos por 100.000 habitantes y para el año 2018, a semana 46, se encuentra en 28,1 casos por 100.000 habitantes”.

Quindío, Risaralda, Cartagena, Valle del Cauca y Barranquilla, son los departamentos que se encuentran por encima de la incidencia nacional con un contagio mayor en personas que se encuentran entre los 25 y 34 años.  De acuerdo con Henry Mendoza Ramírez, médico internista e infectólogo, la realización de las pruebas de diagnóstico es “fundamental por cuanto su detección temprana genera un mejor pronóstico en la salud y vida de una persona y de sus seres queridos. Es indispensable cuando se está activo sexualmente para evitar complicaciones”. 

Dr. Henry Enmanuel Mendoza Ramírez. Md Infectólogo

Agregó el experto que “Tomarse el examen es el camino adecuado para conocer el estado de salud, para realizar el tratamiento a tiempo en caso de ser positivo, prevenir la transmisión y reducir el peligro tanto a la persona examinada como a sus seres queridos y allegados” Según el portal especializado en salud, Infosalus, una de cada cuatro personas siente miedo de hacerse la prueba del VIH. En el estudio revelado por Apoyo Positivo en esta página el 25.71% confiesa sentir pavor al realizarse la prueba.  Mendoza aclara que “esta no es una infección extraterrestre o de otra especie, es tan humana y está tan presente el riesgo de adquirirla como el hecho de tener relaciones sexuales sin protección”. 

Para el año 2017 casi 40 millones de personas vivían con el virus de inmunodeficiencia humana -VIH-, poco más de 21 millones tenían acceso al tratamiento y aproximadamente 10 millones de seres humanos no sabían que tenían el virus.

Con respecto a esta última cifra es necesario tomar consciencia y conocer los beneficios de saber el estado serológico de una persona. Para saberlo es necesario realizarse la prueba del VIH, un examen fácil, indoloro y rápido. 

Con estas cifras se hace necesario estudiar la población que posea el virus, saberlo es la puerta de entrada al tratamiento y a la prevención para que estas cifras no sigan subiendo. De acuerdo con Mendoza “hay que separar la percepción del paciente que tiene la infección de las personas que no la tienen. La realidad a través de los años es que la evolución en el manejo de la infección ha sido rápida y eficaz contra el virus, además de controlar prontamente cualquier tipo de enfermedad asociada con el VIH”. 

El infectólogo asegura que los esfuerzos que se han hecho en la medicina han permitido que haya medicamentos con mejor tolerancia cada vez, menor cantidad de efectos adversos y con un menor consumo de medicamentos para controlar la patología. 

Esta última opción de reducir considerablemente el consumo de pastillas, no solo en cantidad de tabletas sino en menor frecuencia garantiza que los pacientes sean más adherentes al tratamiento y haya simplificación de los procesos, afirma Mendoza.  En la actualidad, los medicamentos han evolucionado, las moléculas se han simplificado y se pueden encontrar dos componentes en una misma pastilla, lo que facilita la ingesta y hace que el paciente continue con su medicamento. 

El Plan Obligatorio de Salud cuenta también con medicamentos antiretrovirales (ARV) genéricos, con estudios suficientes que garantizan la calidad de los mismos, más económicos y  algunos de ellos libres de gluten, para los pacientes alérgicos. Nuevos medicamentos y laboratorios han ingresado al mercado local.  Argentina es uno de los países que ha entrado a competir en el mercado local con el desarrollo de genéricos para esta patología. Cabe anotar que un ser humano puede ser asintomático así tenga la infección durante años y los síntomas pueden ser múltiples dependiendo de la condición biológica del sujeto, su sistema inmunológico u otras enfermedades.

Para sintetizar, no hay una generalidad de sintomatología que indique que se tiene la enfermedad, por cuanto la manera más sencilla de descubrirlo es responsabilizarse y tomarse el examen indicado por el médico de cabecera.

Fuente: hsbnoticias.com

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Los antibióticos no son un producto más

El sector farmacéutico está ligado al bien público y debe fomentarse la I+D en las áreas menos rentables.

Para algunos inversores no hay nada malo en que una empresa use una gestión financiera astuta para subir el precio de sus acciones. Si seguimos esta lógica, estrecha, no debería preocuparnos que el valor de las empresas de la industria farmacéutica suba por maniobras financieras (como recompra de acciones u operaciones para tributar menos cambiando el domicilio fiscal) en lugar de hacerlo por nuevos hallazgos o descubrimientos.

Pero la industria farmacéutica no es una industria más. Esta intrínsecamente ligada al bien público: a lo largo de la historia ha generado innovaciones medicas esenciales para que las sociedades puedan combatir las enfermedades. Además, aunque los consumidores sean los pacientes, el verdadero cliente suele ser la administración. Incluso en Estados Unidos las compras del sector público suponen al menos el 40 % del mercado de medicamentos recetados.

El estado, además, financia gran parte de las investigaciones que sostienen las ganancias de la industria. El gobierno estadounidense es el mayor aportador individual de fondos para la investigación y desarrollo en medicina, y la tercera parte de la inversión mundial en investigación sanitaria la financian los contribuyentes. Es comprensible por tanto que las autoridades insistan en que el sector centre sus esfuerzos innovadores en áreas que ofrezcan el mayor beneficio a contribuyentes y pacientes, en vez de actividades (como las maniobras financieras) que a corto plazo tal vez sea más rentables para la industria.

La situación óptima para la industria farmacéutica es aquella en la que la rentabilidad privada y el bien social coinciden. Esto ocurre, por ejemplo, cuando se descubre un fármaco útil que además atrae grandes cuotas de mercado. Pero por desgracia, no siempre es asi, y el resultado puede ser trágico. En el campo del desarrollo de antibióticos, en particular, la divergencia entre la búsqueda de beneficios y el interés público está llevando al mundo al borde de una crisis.

Cuando en los años cuarenta empezó a popularizarse el uso de antibióticos, padecimientos antes peligros como la neumonía o una herida infectada se convirtieron en problemas menores de fácil tratamiento. Los antibióticos son la base de la medicina moderna; sin ellos, la cirugía o la quimioterapia serían mucho más arriesgadas.

Pero los antibióticos pierden su eficacia con el tiempo. Antes, los científicos hallaban sustitutos rápidamente, pero hoy los médicos se van quedando sin munición para combatir una gran variedad de agentes infecciosos (como ciertas ceptas de E. coli y las bacterias causantes de la neumonía y la gonorrea) para las que no hay sustitutos preparados.

Parte del problema es la especial importancia que tienen los antibióticos. Las empresas no siempre pueden recuperar su inversión poniendo precios altos a sus patentes. Porque cuando se descubre un antibiótico nuevo, las autoridades sanitarias prefieren (acertadamente) ponerlo en reserva y demorar su introducción a gran escala hasta que los que ya están en uso dejen de servir. Así que suele suceder que cuando un antibiótico comienza a ser de uso habitual su patente ya haya caducado y quienes invirtieron en desarrollarlo tengan que competir con los fabricantes de genéricos.

El pasado mes de enero la industria farmacéutica logro un gran avance hacia lo solución de este problema cuando más de 100 empresas y asociaciones del sector de más de 20 países firmaron una declaración que pide a los gobiernos adoptar un nuevo modelo para el desarrollo de antibióticos. Los firmantes se comprometieron a dar acceso a fármacos nuevos a todo aquel que lo necesite, aumentar la inversión en actividades de I+D que respondan a las necesidades globales de salud pública y ayudar a frenar la aparición de resistencia a estos fármacos en seres humanos y animales.

Los gobiernos deben alentar y ayudar a la industria a cumplir estos objetivos. Una vía seria adoptar una propuesta que hice el año pasado, consistente en crear premios de mil millones de dólares o más para quienes desarrollen antibióticos de los tipos mas necesarios. Esto permitiría hallar un equilibrio entre la rentabilidad de las empresas y la disponibilidad global a precio accesible y la conservación de la eficacia de los medicamentos. Al mismo tiempo, ahorraría dinero a las arcas públicas en el largo plazo.

Esta estrategia de rearmar la cadena de desarrollo de nuevos antibióticos costaría unos 25.000 millones de dólares en diez años. Es una cifra que, repartida entre los paises del G-20, supone muy poco dinero y seria realmente muy buena inversión; hoy la resistencia a los antibióticos le cuesta solo al sistema sanitario estadounidense unos 20.000 millones de dólares cada año.

Cuando un antibiótico empieza a ser de uso habitual, su patente puede haber caducado. Los gobiernos podrían crear incentivos a la I+D en este campo, que se sostendrían con las fuentes de financiación ya existentes u otras nuevas, innovadoras y auto sostenibles. Una opción sería tasar el acceso a grandes mercados farmacéuticos con un pequeño arancel que cobrarían las autoridades reguladoras pertinentes. Esta propuesta se basa en reconocer que la disponibilidad de antibióticos es un recurso compartido y agotable del cual depende la viabilidad de una variedad de productos farmacéuticos e intervenciones médicas (desde la quimioterapia hasta el reemplazo de articulaciones). Seria comparable a lo que se hace en sectores como la energía, el agua o los bancos de pesca, que se regulan para asegurar que los recursos e infraestructuras compartidos se manejen y reaprovisionen teniendo en cuenta los intereses de los consumidores y de los productores cuyas empresas dependen de ellos.

Los 2.500 millones de dólares al año necesarios apenas suponen el 0.25 % de las ventas mundiales de las farmacéuticas: muy poco esfuerzo para una industria que en general goza de buena salud financiera y que para hacerlo especialmente atractivo se podría usar un esquema compensatorio, por el cual las empresas puedan elegir entre invertir ellas mismas en I+D o aportar a un fondo que premie a las empresas cuyas investigaciones den lugar al descubrimiento de los fármacos deseados.

Es hora de convertir las ideas en acciones concretas y resolver el problema de la resistencia a fármacos. Para ello, las empresas y los gobiernos deben reconocer que los antibióticos no son un producto más.

Virus que se vuelven antivirus

Diseñado un rompedor contra la resistencia a los antibióticos, está basado en fagos, unos virus que atacan las bacterias.

El abuso de los antibióticos, y hasta si mero uso reglamentario en los hospitales, están generando una epidemia de bacterias resistentes a esos mismos fármacos vitales. La Big pharma se emplea a fondo para desarrollar nuevos antibióticos que maten a las bacterias resistentes a todos los anteriores, pero esa es una carrera muy difícil de ganar, porque la naturaleza no solo es más sabia, si no también más rápida que los farmacólogos. Una idea rompedora se abre en camino: utilizar fagos (cirus bacteriófagos, o que atacan a las bacterias) contra los microbios que han aprendido a chulear a nuestros fármacos, si no puedes vencer al enemigo…

Unete a el, a la naturaleza misma, que ya diseño hace miles de millones de años los sistemas más eficaces, controlados y versátiles para doblegar a las bacterias: los fagos. Udi Qimron y su equipo de la facultad de Medicina de la Universidad de Tel Aviv han diseñado un método basado en fagos capaz de devolver a las bacterias resistentes a su antigua condición de sensibles a los antibióticos, y que además destruye selectivamente a los gérmenes que no responden al fármaco. Presentan la prueba de concepto en la publicación científica PNAS.

La idea de usar fagos contra las bacterias no es exactamente una novedad. La firma GangaGen, fundada por el científico indio Janakiraman Ramachandran, lleva más de una década investigando en fagos con objetivos médicos. Aunque la firma tiene la sede en California, su nombre hace referencia al rio Ganges de la India natal de Ramachandran, donde resulta obvio que las bacterias abundan, pero también los virus que las infectan. Ley de vida. Los fagos, en realidad, son las estrellas absolutas de la vida en la Tierra, y su gran reservorio de variedad – y variabilidad – genética.

Incluso el descubridor de los fados, el médico y microbiólogo canadiense Felix Herelle (1873 – 1949), ya reparo en los albores del siglo XX en la gran promesa antibacteriana que suponían los virus que acababa de descubrir. No llego a tener éxito, pero tampoco a fracasar: fue solo la penicilina del doctor Fleming, tan accesible y eficaz, la que mando la línea de investigación de Herelle al cajón de los vagos recuerdos. Hasta ahora que la pnicilina y su estirpe farmacológica están empezando a patinar, o al menos a pedir refuerzos.

Qimron y sus colegas israelíes han utilizado uno de los virus bacteriófagos más estudiados del siglo XX, el fago lambda, a cuyo coctel endemoniado de complejidad genética, éxito biológico y miniaturización física – autentica nanotecnología natural – se debe enfrentar todo estudiante de ciencias de la vida de este planeta. Lambda, con unos 50 genes, es un especialista en infectar a la bacteria más común de nuestro intestino, Escherichia coli, y ha sido un fiel aliado de los biólogos moleculares desde hace medio siglo.

Los detalles de la técnica son enrevesados, pero aquí están para entretener a los aficionados a los crucigramas: las bacterias resistentes a los antibióticos reciben fagos modificados (con la rabiosa técnica de edición genómica crispr – cas) para atacar a los genes que confieren la resistencia (genes de la beta – lactamasa, una enzima que rompe la penicilina y sus derivados). Uno de estos fagos integra su genomo en la bacteria y coexiste con ella, el otro la mata para reproducirse lo más posible. El resultado final es que la población de bacterias resistentes se vuelve sensible a los antibióticos. Pura lógica evolutiva, si uno logra ponerse en el lugar de un fago.

Los investigadores de Tel Aviv no pretenden por el momento aplicar sus descubrimientos al tratamiento de pacientes, pero si a la esterilización de los quirófanos y demás dependencias hospitalarias, que es donde se genera buena parte de las bacterias resistentes. Su sistema de fagos, proponen, puede usarse para tratar las superficies expuestas y como componente de los jabones de manos que utilizan los cirujanos. Creen que ello podría yugular la generación de resistencias en su mismísimo cocedero, que son los hospitales donde se juntan los portadores de todas las bacterias peligrosas que existen bajo el sol, y todos los antibióticos que ha imaginado la industria en el último siglo.

El gobierno soviético contrato a Herelle el siglo pasado para coordinar varios laboratorios dedicados a los fagos. Pero ya ven, Oriente Próximo se les ha adelantado en el siglo XXI, por algo será.

Así será el antibiótico del futuro

Hallado el primer candidato a fármaco dirigido contra un “riboswitch”, una estrategia antibacteriana radicalmente nueva.

La historia recuerda en muchos sentidos la edad de oro de los antibióticos, en las décadas de los cuarenta y cincuenta, cuando Selman Waksman y los científicos de Merck descubrieron y desarrollaron la estreptomicina y otra veintena de esos fármacos fundamentales para la medicina moderna. Inspirados por aquella gesta, y motivados por la necesidad cada vez más acuciante de antibióticos que superen las resistencias bacterianas, los investigadores de Merck han dado ahora con el primer miembro de lo que promete ser una generación radicalmente nueva de fármacos antibacterianos. La clave está en unas estructuras genéticas casi mágicas: los reboswitches.

El fundamento de toda genética es la complementariedad entre las letras del ADN (bases, en la jerga): se aparean A con T, C con G. En la doble hélice (o hebras), cada una puede reconstruir a la otra, y de ahí que el ser vivo pueda sacar copias de sí mismos.

Cuando se activan, los genes no se leen directamente. Primero, una de las dos hebras se copia en una molécula de ARN, similar al ADN, pero con una sola hebra. Y después ese ARN se traduce en otro tipo de secuencia, el rosario de aminoácidos que constituye una proteína. La estreptomicina de Waksman interfiere con ese sistema de traducción, aprovechando que es bastante diferente en las bacterias y nuestras células (y por tanto afecta a las primeras y no a las segundas).

Pero el ARN no solo traduce a proteínas: como solo tiene una hebra, se puede aparear consigo mismo cuando dos de sus tramos son complementarios. Por ejemplo, si un tramo dice gcgcgcg y otro dice cgcgcgc, los dos tramos se aparean en una mini – doble hélice, formando estructuras 3D con todo tipo de formas específicas. Una de las más importantes para las bacterias son los riboswitches, o interruptores de ARN, capaces de reconocer moléculas esenciales (vitaminas, metabolitos, coenzimas) y regular la traducción del ARN a proteínas. Ahí es donde se dirigen los nuevos antibióticos.

Ohn Howe y sus colegas de los laboratorios de investigación de Merck en Keilworth, Nueva Jersey, y West Point y North Wales, en Pensilvania, presentan en el artículo principal de Nature el primer fármaco candidato que se dirige contra un roboswitch, en contreto el riboswitch que reconoce a la riboflavina, o vitamina B2, en una molecula esencial para la lógica metabolica de las bacterias. Este riboswitch, que está presente en muchos ARN esenciales, activa su traducción cuando reconoce a la vitamina B2.

El nuevo candidato a fármaco, que se llama ribocil, compite eficazmente con la vitamina B2 por la unión al riboswitch, pero bloquea la traducción en lugar de activarla. Eso destruye a la bacteria. El ribocil es, por tanto, el primer miembro de una nueva generación de antibióticos, contra la que las bacterias actuales carecen de resistencia.

Los investigadores han hallado el ribocil por un método convencional de rastreo (screening), en el que han probado una biblioteca de 57.000 pequeñas moléculas sintéticas. Lo que hace especial su screening es el método de selección, que está dirigido específicamente a las moléculas que bloquean la síntesis de vitamina B2.

La mala noticia es que, cuando las baterías en cultivo se exponen de forma prolongada al ribocil (en concentraciones subletales), acaban generando resistencia al fármaco. Como decía el matemático del caos interpretado por Jeff Goldblum en Paque Jurasico, “La vida siempre encuentra su camino “. La carrera sigue en marcha.